Cada día que emprendo esta cargado de preguntas, reflexiones y deconstrucciones que han permitido a mi ser comprender mi hacer conjugado a un saber. Como Bibliotecóloga, Promotora de Lectura, que en el último lustro se ha dedicado al encuentro de los lectores y las lectoras con la palabra, me enfrento a diario con variedad de conceptos, preceptos, textos (no solo impresos), contextos. Y sobre todo hombres, mujeres, niños y niñas; seres humanos que acuden a diario a un espacio bibliotecario impactado por un orden social que no da espera; y que a veces ni siquiera nos permite respirar para reflexionar nuestras prácticas.
En los últimos años he visto un desmedido interés por las tecnologías, dejando de lado prácticas bibliotecarias convencionales, sin siquiera hacer un puente entre el tronco, las ramas y las nuevas hojas. De igual modo me he preguntado cómo es que en las bibliotecas públicas decimos atender a todos y todas sin siquiera saber quienes son ellos y ellas. Además de cuestionarme acerca de la posibilidad de generar puentes, lazos, tejidos en un mundo contemporáneo que alberga una institución milenaria; no obstante moderna.
Migration reader / Migración lectora (ilustración de Catia Chien).
Tomada de: http://bibliolectors.tumblr.com/
Entre las dudas nombradas y las que me habitan, hoy quiero solo reflexionar un poco acerca del modo en qué nuestras prácticas bibliotecarias se ven impactadas por un sistema que hemos naturalizado; particularmente las relacionadas con el lenguaje.
En cada una de nuestras prácticas, no solo de promoción y fomento a la lectura, dependiendo del uso que demos al lenguaje ya sea oral o escrito, existe la posibilidad latente de que existan prácticas coloniales. Entendiendo estás como el uso de la palabra con intereses de dominación, opresión y explotación de un ser humano ¿Y acaso la biblioteca o nosotros y nosotras bibliotecólogos, bibliotecarios hacemos un uso colonial del lenguaje? ¿Somos conscientes a quien corresponde el discurso que promulgamos?
No obstante la esencia de actos como leer, escribir y hablar no son naturalmente colonizantes, este carácter es otorgado por el interlocutor. Así la calidad colonial del lenguaje surge una vez éste se instaura bajo ciertos discursos hegemónicos -políticos y económicos-. En la actualidad el lenguaje oral y escrito es un elemento tanto renovador como devastador para los lectores pues su doble filo promueve procesos de colonización -claro esta que podría también aportar a un proceso de decolonización-.
Literary murder / Asesinato literario (ilustración de Enkel Dika).
Tomada de: http://bibliolectors.tumblr.com/
La lectura y la escritura entendidas como manifestaciones claves del lenguaje y prácticas socio-culturales se instauran en lugares como la biblioteca, cargadas de esa característica colonizante. Esta cualidad del lenguaje, y por tanto de la lectura y la escritura se ponen de manifiesto en las prácticas bibliotecarias de educación lectora, donde esta ausente entre muchas otras características la tradición oral (con esto no me refiero a lecturas en voz alta sino a un elemento del lenguaje que ha permitido que comunidades enteras existan).
En este orden de ideas, las prácticas bibliotecarias de educación lectora están fundadas en un discurso hegemónico neoliberal y funcionalista, que promueve características colonizantes en la lectura y la escritura ¿Hacemos algo al respecto? Así estos elementos, se han instaurado publicamente, respondiendo a intereses particulares del entramado, pretendiendo divulgar un conocimiento válido de acuerdo a presupuestos neoliberales como: producción, formación para el trabajo, … y cánones eurocéntricos que albergan un conocimiento universalmente validado ¿A qué responden nuestras prácticas? ¿Son nuestros deseos o a quienes pertenecen?
En la actualidad, las prácticas bibliotecarias de educación lectora fundan sus ideas en discursos políticos sobre la lectura producto de las ideologías dominantes, esto es, según Colom González, de aquella sedimentación e institucionalización de conceptos y categorías propios a la discusión política (con sus fuentes, posibles influencias y efectos) que se desenvuelven en un contexto constituido por el lenguaje como un todo, y que son portadores de sentidos históricamente construidos y ubicables. Por lo tanto, comparto la idea del Bibliotecólogo Didier Álvarez cuando propone que de la misma manera como los grandes discursos políticos pueden establecer direccionamientos y modelos específicos de formación ciudadana, puede decirse que también dan un lugar particular a la lectura y escritura dentro de esos ideales y modelos.
Los imaginarios políticos de la lectura se han trasladado a los espacios sociales y culturales, como escuelas, universidades, bibliotecas, entre otros. Ocasionando que la biblioteca, como proyecto moderno continúe fundada en un discurso hegemónico, provisto de cánones, de cultura escrita, de prácticas que invisibilizan a comunidades enteras, ausente de oralidad. Así la biblioteca promueve procesos de colonización del ser a través del saber. No es fortuito que solo en mínima cantidad exista un espacio para literatura indígena, afro, rom entre muchas otras. Esto solo da cuenta de un canon eurocéntrico donde este tipo de narrativas son censuradas. O el hecho de prácticas bibliotecarias fundadas en reconocer la diferencia y un acceso igualitario a la información para todos y todas, traslapa un discurso neoliberal donde la diversidad y la equidad no están presentes. ¿Acaso las ofertas de la biblioteca deben ser las mismas para todos y todas? ¿O tal vez debería tenerse en cuenta la cultura de cada comunidad?
Alien invasion readers / Invasión alienígena de lectores (ilustración de Tom Gauld). Tomada de: http://bibliolectors.tumblr.com/page/3
Discursos colonizantes, como el funcionalista-liberal y republicano [1], han convertido la lectura y la escritura en elementos con un carácter colonizante, lo cual no es natural sino mas bien una consecuencia del desaforado deseo de poder del hombre. Este hecho se evidencia en comunidades como la afro, ya que poco o nada de las representaciones sociales que estos tienen acerca de la lectura y la escritura se ha tomado en cuenta para proponer espacios interculturales desde la biblioteca.
La no existencia de un espacio bibliotecario intercultural, sino multicultural, donde se reconoce que confluyen diferentes individuos, pero no se promueve la generación de relaciones significativas entre ellos hace que las prácticas bibliotecarias de educación lectora invisibilicen a otros y otras.
Se hace entonces vital comprender las representaciones sociales sobre lectura- escritura- oralidad que teje cada comunidad, esperando a partir de ese entremado de-construir y construir espacios bibliotecarios donde el lenguaje, desde la lectura-escritura-oralidad se trate con matices renovados, permitiendo con esto la recuperación de la memoria y voz histórica de todas las mujeres y hombres construyen el mundo social y la asunción de la ciudadanía de éstas y éstos como acto de cuestionamiento a los poderes hegemónicos.
Ilustración d’H elen Correll. Tomada de: http://bibliocolors.blogspot.com.es/2012/04/xiquets-llegint-illustracions-ninos.html
Lo anterior requiere cimentar las prácticas bibliotecarias en un discurso político liberador como lo plantea Freire, que en diálogo con la interculturalidad no solo promueva un asunto crítico sino también decolonializante. Este tipo de ideología busca promover una alfabetización crítica en hombres y mujeres afrocolombianos, evidenciada en la decolonialidad, hecho que hace indispensable pensar como lo propone Freire la educación como práctica de la libertad No obstante en un orden social posmoderno, en aras de dinámicas intermitentes, momentáneas y fugaces la educación debe revestirse con el manto de la interculturalidad, promoviendo que el rescate del sujeto que se auto configura responsablemente en espacios de construcción y de-construcción, significación y re-significación trascienda la frontera de lo funcional, dando lugar al reconocimiento propio y del otro. Lograr esto permitirá resignificar no solo el habitar de los otros, sino también el nuestro, a la vez que dará paso a construir con los otros y no para los otros.
Después de tanto hablar, quiero decirles compañeros y compañeras que estás dudan me asaltan a diario. Pues en ocasiones mis acciones, palabras y gestos no logran escaparse a un entramado que anhela engullirnos. Por esto, espero que sea este un modo de reivindicar en algo los puntos de fractura que desde mi hacer puedo ocasionar.
Referencias
- Álvarez, D. (2003). Exploración de las relaciones entre lectura, formación ciudadana y cultura política. Una aplicación a las propuestas de formación ciudadana de la escuela de animación juvenil (Medellín).
- Colom, F. (1998). Razones e identidad: pularismo cultural e integración política. Madrid: Anthropos.
- COLOM GONZÁLEZ, Francisco. La “cultura” y los lenguajes políticos de la modernidad. En: ____________. Razones de identidad. Barcelona : Anthropos, 1998; p.53- 72.
- Freire, P. (2006). Pedagogía de la autonomía: saberes necesarios apra la práctica educativa. México: Siglo XXI.
- Freire, P. y Macedo, D. (1989). Alfabetización: lectura de la palabra y lectura de la realidad. España: Paídos.
- Walsh, C. (2009). Interculturalidad, Estado, Sociedad: luchas (de)coloniales de nuestra época. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar.
[1] El discurso funcionalista liberal de la lectura en términos generales leer representa un dispositivo fundamental de la socialización política entendida como la plena expresión de las libertades individuales, la racionalización y la diferenciación intersubjetiva (… ) la lectura se promueve como práctica de consumo, la escritura se mitifica como práctica de creación estética, reservada a algunos sujetos especialmente dotados para ello. Sobre la lectura se ejerce, así, un control social y político más estrecho: La lectura para todos, la escritura para las élites ilustradas que tienen como tarea la reproducción misma del sistema. El lector no se representa como un sujeto social sino como un individuo aislado y disuelto.
En el lenguaje republicano de la lectura hay un fuerte énfasis en las relaciones entre los cánones clásicos de la lectura (originados y promovidos hegemónicamente por la sociedad mayor) y la pertenencia del sujeto a la comunidad y a la tradición.