Hace tiempo que vengo reflexionando sobre las reglas de catalogación, su actualización y el acceso que tenemos los catalogadores a su desarrollo y aplicación. Ya que soy profesora de catalogación, el acceso de mis alumnos y de los futuros profesionales a las reglas es un tema que me preocupa mucho.
En agosto de este año, en Finlandia, tuve la oportunidad de charlar profundamente sobre este tema con un colega finlandés. Siguiendo con esa conversación, hace unos días me envió el enlace a un post en Terry’s worklog titulado: “Can we have open library standards, please? Free RDA/AACR2”. Este post plantea mucho de lo que habíamos hablado y especialmente sostiene un punto crucial: los bibliotecarios nos negamos a seguir los mismos principios de acceso abierto que tanto predicamos.
Fomentamos el acceso abierto y el acceso a la información como única vía para el desarrollo, eliminando barreras económicas, legales y tecnológicas. Sin embargo, cuando se trata de nuestro trabajo, apoyamos la creación de normas:
- de cuyo desarrollo y modificación no podemos participar,
- que estarán disponibles solamente en acceso cerrado, con costos inalcanzables para muchos bibliotecarios, y
- que no estarán disponibles en nuestra lengua hasta que no estén terminadas y haya comenzado su aplicación en las grandes bibliotecas que las crearon.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de acceso abierto a las normas?
Según Karen Coyle, en su artículo titulado “Open source, open standards” (2002), las normas de acceso abierto son aquellas que: cualquiera puede usar, cualquiera puede obtener sin una barrera significativa de precio, y en las cuales cualquiera puede participar de su desarrollo y modificación.
Cuando hablamos de acceso abierto entonces, no hablamos solamente de costos, aunque éste sí es un tema muy importante. También hablamos de la posibilidad de participar de su desarrollo, de las lenguas y formatos (impreso vs electrónico) en los que está disponible, y del acceso a las sucesivas actualizaciones, una vez que ya haya sido publicada.
En este artículo, Karen Coyle sostiene la importancia del movimiento de acceso abierto a las normas y plantea otro punto crucial: las normas de acceso abierto pueden ser promulgadas como una forma de fomentar la descentralización del desarrollo.
¿Cuál es el problema?
Las normas una vez creadas son en muchos casos obligatorias, ya sea por su carácter normativo o por la imposibilidad de compartir e intercambiar registros bibliográficos si no se las utiliza. No obstante, acceder a las normas es en muchos casos prohibitivo.
El argumento para su acceso cerrado es que la creación de normas tiene costos altos que es necesario solventar. Sin embargo, estos costos podrían ser reducidos significativamente si pudieran participar profesionales de todo el mundo en su desarrollo y si éste se realizara en un entorno virtual, colaborativo, en el marco de la web 2.0. Solo de esa forma se trataría verdaderamente de una norma internacional.
De lo contrario, ¿qué pasa con los bibliotecarios de países en desarrollo? Éstos se ven doblemente perjudicados: no tienen la posibilidad de participar de la creación de las normas y luego, no tienen la posibilidad de acceder a las mismas.
Esta realidad no hace más que agrandar la brecha tecnológica entre las bibliotecas de los países desarrollados y de los países en desarrollo.
¿Cuál es la solución?
¡Liberemos a las reglas de catalogación!
A vos, ¿se te ocurre otra?
Imágen («Buenos Aires-Taxi Libre») por Gisela Giardino con licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 2.0 Generic.
Gracias por expresar lo que yo mismo pienso, desgraciadamente parece que no somos muchos los que cuestionamos este sistema.