A lo largo de la Historia, el papel del bibliotecólogo ha sido muy importante y se ha ido modificando y adaptando según las necesidades y realidades que se suscitaron en el transcurso de los tiempos.
Sin duda alguna el lenguaje fue el primero y más importante instrumento, utilizado por el hombre desde sus inicios, para transmitir conocimientos e información adquirida. Con este medio y la memoria, se conservaron y transmitieron tradiciones, rituales, leyendas, y toda clase de conocimientos de generación en generación. Por ejemplo, en la antigüedad los ancianos de Israel usaban la «mnemotecnia» para transmitir el patrimonio religioso y cultural de su pueblo. Estos podían memorizar el Talmud y la Biblia sin problema y transmitirlos a sus descendientes y discípulos.
Con el nacimiento de la escritura, el hombre se da cuenta que sus pensamientos y conocimientos pueden ser grabados por medio de símbolos en rocas, corteza vegetal y cualquier otro material a su alcance, logrando mayor permanencia y tangibilidad. Esta A lo largo de la Historia, el papel del bibliotecólogo ha sido muy importante y se ha ido modificando y adaptando según las necesidades y realidades que se suscitaron en el transcurso de los tiempos.
Sin duda alguna el lenguaje fue el primero y más importante instrumento, utilizado por el hombre desde sus inicios, para transmitir conocimientos e información adquirida. Con este medio y la memoria, se conservaron y transmitieron tradiciones, rituales, leyendas, y toda clase de conocimientos de generación en generación. Por ejemplo, en la antigüedad los ancianos de Israel usaban la «mnemotecnia» para transmitir el patrimonio religioso y cultural de su pueblo. Estos podían memorizar el Talmud y la Biblia sin problema y transmitirlos a sus descendientes y discípulos actividad provocó la producción y acumulación de tablillas, papiros y otros materiales escritos, que debían ser custodiados y conservados por personas, que en las bibliotecas más antiguas correspondió a los sacerdotes (pues muchas estaban ubicadas en los templos por considerarse obras sagradas) o al cuidado de sabios y letrados como en la antigua Alejandría.
Al inicio de la antigüedad en el siglo IV a.c. el bibliotecólogo tuvo como función básica y primordial la conservación y custodia de aquellos tesoros, para beneficio de una élite imperial o sacerdotal ilustrada. Conforme el tiempo pasó, las características de las bibliotecas y por ende la actividad bibliotecaria cambiaron; principalmente con la propagación del cristianismo, las bibliotecas «ganaron mucho en su crecimiento y desarrollo», pues los religiosos en sus monasterios, catedrales y escuelas incrementaron la preparación de manuscritos, exigiendo como consecuencia que el bibliotecólogo ampliara su custodia y se preocupara aún más por su ordenación.
Y fue a través de la invención de la imprenta en el siglo XV, la que permitió la creación y difusión masiva de textos, aunque la mayoría de los habitantes eran analfabetos. El rol que desarrolló el bibliotecólogo en ese momento fue la ordenación de los libros y la incipiente descripción bibliográfica. Haciendo un salto en la historia, alrededor del siglo XVIII aparecen las bibliotecas dentro de las universidades produciendo esto un cambio fundamental en el rol del bibliotecólogo, quien se transformó no sólo en el protector de textos sino también en aquel que guía, asesora, interpreta, selecciona y busca lo que al lector le interesa. Con los avances tecnológicos a finales del siglo XX y el continuo crecimiento de la información cotidiana, se ha evidenciado en la biblioteca y en el bibliotecólogo la necesidad de adaptarse a la nueva realidad que le compete; y es a través del desarrollo de diferentes habilidades, competencias y una formación permanente la que le permitirán la permanencia dentro de un mercado cambiante y altamente competitivo.
El perfil del bibliotecólogo en la antigüedad se caracterizaba principalmente por ser un erudito ilustrado que ofrecía un servicio a los lectores de la biblioteca, podemos decir que la profesión tiene tales características, pero como le sucede a la gran mayoría de ellas, el bibliotecólogo está obligado a replantearse su quehacer, en virtud de las nuevas exigencias del mundo actual. El cambio acelerado, especialmente tecnológico, le está obligando a reexaminar y delimitar su misión. Deberá hacerse un replanteamiento de los roles que debe cumplir a la luz de la investigación, la reflexión y relectura de su papel social en la «era de la información». Sin duda, en esta introspección o análisis, hallará que sus labores deben entenderse en un sentido más amplio y trascendente que el papel tradicional, para involucrarse y dar su aporte a una sociedad donde la información ha pasado a ser un elemento o recurso vital para el sostenimiento y desarrollo de la sociedad contemporánea. En otras palabras deberá entender que su labor tiene sentido en tanto la información esté en función del hombre.
A lo largo de los tiempos, el bibliotecólogo ha ido superando todo tipo de obstáculos en diferentes ámbitos y creciendo profesionalmente, tanto en su labor dentro de la biblioteca como fuera de ella, se ha creído erróneamente el paradigma político del bibliotecólogo, creyendo que no está en capacidad de ser profesional y político.
Política es la actividad que tiene como objetivo gobernar la acción del Estado en provecho de la sociedad. Tiene un impacto incuestionable en la vida diaria de las personas en general y en la actividad de los profesionales (como parte de esa vida diaria) en particular, esa dependencia entre actividad profesional y política es percibida por todos en la medida en que los recursos, pliegos y servicios o ayudas están condicionados a las decisiones adoptadas en el marco de la gestión de lo común.
El bibliotecólogo y la política son inseparables, ¨las bibliotecas siempre han sido un proyecto político¨. Desde esta óptica, la ciencia política es considerada útil para investigar el funcionamiento del objeto institucional de estudio de la biblioteca en general para así orientar nuestra disciplina hacia la búsqueda de nuevos conocimientos. Pese a este enfoque interdisciplinario, “muchos bibliotecólogos de diferentes bibliotecas han llegado a creer el paradigma apolítico de una biblioteca¨, por ende, algunos bibliotecólogos han intentando perpetuar el paradigma de que la biblioteca es apolítica, es decir, neutra o indiferente a la política o que se abstiene de intervenir en esta esfera.
Los bibliotecólogos suelen evitar delinear explícitamente los fundamentos ideológicos subyacentes a las metas y programas institucionales. Mejor promueven a la biblioteca como una institución neutral libre de sesgos ideológicos. Sin embargo, podríamos contribuir a una mejor comprensión del desarrollo de la biblioteca si intentamos resolver temas políticos dominantes que constituyen el tejido de la ideología respecto de la biblioteca (Birdsall, 1988, p.57).
Hay tiempos políticos que, en efecto, el bibliotecólogo y las bibliotecas están bajo ataque constante. Abundan los actos de censura que practican contra ellas los diversos aparatos del Estado y los grupos conservadores de la sociedad en ciertas atmósferas de represión e intolerancia. Esto es muestra que el poder del bibliotecólogo, la biblioteca y el poder de la información se manifiestan paralelamente porque el binomio biblioteca-información es tanto un instrumento intelectual a disposición de la clase socialmente dominante como un recurso liberador disponible para la clase socialmente dominada. El bibliotecólogo y las bibliotecas se distinguen en determinadas épocas también como “instrumentos de cambio social y político”, puesto que como “guardianes de la libertad de pensamiento, son bastiones de la libertad”; y son también baluartes de la igualdad y la justicia en el seno de la sociedad.
Dicho de otra manera, en los Estados capitalistas el bibliotecólogo, la biblioteca coadyuvan ordinariamente al control social, puesto que su objetivo político general, acordado desde las esferas de la política cultural del Estado, es controlar el acceso a la información y, por ende, los hábitos de lectura del pueblo para así asegurar que tenga éste las habilidades necesarias que apunten a perpetuar el sistema social. En este sentido, esta naturaleza de biblioteca es producto también de la acción política del pueblo lector.
Conclusiones:
- El potencial político del bibliotecólogo moderno está expresamente vinculado con el proceso político tanto del Estado como de la sociedad. No obstante que su actor desde sus orígenes ha estado entrelazado a proyectos políticos, el mundo político del mismo comenzó a concebirse explícitamente a lo largo del siglo XX. La literatura sobre esta temática es un indicio evidente. Así mismo, la biblioteca no está al margen de la política y la política no es ajena al desarrollo de esta institución. La práctica bibliotecaria es clara señal en este sentido.
- De modo que es un paradigma pensar que el bibliotecólogo no es un sujeto político y la biblioteca no es una institución política. Este enfoque sugiere pensar que las bibliotecas destinadas al pueblo en general, son instituciones políticas. Por lo tanto, esta vertiente concerniente a la disciplina del bibliotecólogo se puede relacionar, desde diferentes dimensiones teóricas e históricas, con los fenómenos y objetos de estudio y análisis de la política.
Bibliografía:
- Pérez Ormeño, Carmen Nuevo enfoque en la formación del trabajador de la información en las Escuelas de Bibliotecología de América Latina. — En Boletín Técnico no.2 (AIBDA) 2012.
- Bobbio, N. Política. En Diccionario de política: Siglo XXI, 2012, p. 1215-1225.
- Burton, J. Theory and politics in public librarianship. Progressive Librarian, 2009, nº 32, p. 21-28.
- Lasso de la Vega, J. Política bibliotecaria. Boletín de Bibliotecas y Bibliografía. 2012, vol. I, nº 2, p. 10-15.
- Sosa Álvarez, I. La pérdida de la inocencia: las bibliotecas de la Revolución. En Ríos Ortega, J. y Ramírez Velázquez, C. (Coords.). Procesos revolucionarios y movimientos culturales. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas, 2011, p. 3-16.
- Nava Gomar, S.O. El derecho de acceso a la información en material electoral. Sufragio: Revista Especializada en Derecho Electoral, 2009, vol. 3, p. 70-97.
- Jornadas Biblioteca Pública y Políticas Culturales. La biblioteca pública: un compromiso político. Barcelona: Fundación Bertelsmann, 2010.
Es muy interesante tu artículo, lamentablemente en el ámbito académico se tiene a la idea de una biblioteca alejada de la política, cuando esta atravesada desde el presupuesto hasta las políticas públicas que luego linearán su accionar. Se relaciona lo político con lo partidario y entonces se descarta todo. Creo que el bibliotecario debe entender que él mismo es un ser político en tanto inserto y atento a su comunidad, no puede dejar de posicionarse frente a lo que como ciudadano lo interpela. A la historia que vive, es un tema sumamente interesante y que muchos docentes deberían reveer para lograr futuros bibliotecarios más inquietos y participativos.
Justamente creo que la falta de participación desdibuja nuestra profesión en lo social. Luego nos preguntamos ¿por qué no nos valoran, por qué no ocupamos espacios de decisión ?incluso en las bibliotecas. Hace poco en Argentina se generó un debate al interior bibliotecologico por la designación de un escritor en la dirección de la Biblioteca Nacional, un escritor respetado y conocido por su trabajo pero escritor al fin.
Y ahí, algunos nos cuestionamos, cuántos nombres tenemos para proponer acordes a la tarea?
Incluso en las redes, ni bien aparece el mínimo intento de debate, los colegas aclaran que no se politice la discusión…