Slavoj Žižek (2006), considera: “Paralaje es la brecha que separa al objeto de conocimiento del sujeto que conoce”. Nos hemos acostumbrado a inferir con demasiada facilidad, que cada uno de nosotros existe como un individuo separado, bien sea por la tecnología, la pandemia, xenofobia, religión, racismo, estatus, etc.; que vemos el mundo a través de una pantalla negra, que nos limita, separa o acerca virtualmente a los demás, del mundo que nos rodea y, asumimos dicha separación como algo efímero de nuestro entorno.
Manuel Carrión Gútiez (1990), afirma: “Una biblioteca no es un mueble o un edificio para guardar libros, sino una colección de libros debidamente organizada para su uso. De esta manera, las bibliotecas, entran en el flujo creativo de la comunicación”.
Miramos y observamos las colecciones de las bibliotecas, con una curiosidad ardiente, con temor, maravilla y admiración, la cual se puede comparar con el ballet de las estrellas en una noche despejada, con la amplitud de un cabello sedoso a escala celeste, danzando a un ritmo marcado y constante por cada pulgada de tinta plasmada en cada papel, que mantiene aprisionado el conocimiento.
El talento seduce, el corazón ofrece cantidad y el cerebro nos da calidad; amalgamando lo que nos hace avanzar, dictaminar, edificar, aprender, enseñar, que nos redefine y nos contagia ese breviario mental, el poder sentir que caminamos y conversamos con nuestra sombra, mientras hojeamos cada letra impresa o al deslizar nuestros dedos sobre la pantalla táctil de nuestro dispositivo.
Nuestra lectura clandestina, que toda persona merece tener, porque siempre va a estar ahí cuando la situación se ponga complicada. Realmente complicada. Y entonces no se tratará de resolver, sino de proteger y pertenecer, de esforzarnos al máximo, de explicar con hechos que podemos, aun cuando el mismo protagonista – ustedes, todos nosotros – sepamos que en el fondo de nuestras entrañas, el esfuerzo es estéril ahora con la presencia perenne de las mentes hipócritas y estólidas, pero todo continúa, sigue su camino con Dios por delante y no será definitivo.
Slavoj Žižek (2006), argumenta: “Se puede atribuir este impasse a la visión paralaje, una condición inherente en la realidad sicológica y material de la existencia humana”. Nuestras creencias, la difusión en los parajes de Amalivaca, allí donde la gente pueda leer, siempre existirán historias de la magia, del poder de lo que se lee, porque es la lectura, la que libera él conocimiento, tan sólo es un peldaño de una escalera interminable. Porque todo vuelve a edificarse como si de una estructura circular se tratase ¿Puede una sola persona, construir y cimentar la cultura de una población? ¿Puede un solo talento derrotar a la sumatoria de todas las fuerzas inquisidoras? ¿Hasta cuándo se puede tolerar una indiferencia de esta naturaleza?
Ciertamente en nuestros tiempos tenemos un tropel de profesionales, que buscamos que se incremente la lectura, para fomentar una pandemia de información radioactiva, a gran escala, que transcienda fronteras, donde el conocimiento cíclico que adquirimos en nuestras, Alma Mater, sea como un libro abierto enamorado de su pueblo, el cual transitara en las nuevas generaciones; independientemente de que la gente recalcitrante quiera impedir que otros lean.
Hegel (1993), sustentaba: “Los cambios epistemológicos siempre reflejan los cambios ontológicos”. Un ejemplo de esta aseveración, fue la perseverancia de Galileo al publicar en 1632, su obra ‘Diálogos sobre los dos sistemas principales del mundo, el Ptolemático y el Copernicano’ (Hoffman, 1983), no lo escribió en latín sino en italiano, el idioma del pueblo. Dicha publicación le valió que se presentara ante la inquisición, vestido de penitente y arrodillado, fue obligado a jurar sobre la biblia que abjuraba, maldecía, detestaba el error y la herejía de que el Sol está quieto y la Tierra se mueve y, que más nunca debería escribir nada.
Los epistemicidas-inquisidores, ataviados de sus túnicas de seda, enarbolándose como embajadores de Dios en la tierra, lo obligaron a que recitara los siete salmos penitenciales, una vez a la semana, durante tres años.
Uno de los siete salmos, el de Miserere:
¡Apiádate de mí, oh Dios, según tus piedades!
Según la muchedumbre de tu misericordia,
borra mi iniquidad
lávame más y más mi iniquidad
y límpiame de mi pecado.
Pues reconozco mis culpas,
Y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, sólo contra ti he pecado,
Y he hecho este mal a tus ojos.
A pesar de que fue confinado y anímicamente afectado, no se dio por vencido, con problemas de salud, encontró fuerzas y ánimo para escribir un nuevo libro, ‘Discursos sobre dos nuevas ciencias’ (Hoffman, 1983), en forma de diálogo como el anterior.
En los viejos tiempos, el preciado don de la lectura, estaba reservado nada más para los gobernantes y sacerdotes, el detalle es que nunca lograron conservar el secreto de la escritura, que estaba plasmado en cada hoja, que ellos consideraban suyo.
La humanidad, podía y aún podemos adquirir, acumular, conservar y transmitir los conocimientos, para ser difundidos de manera oral o escrita. A sabiendas de que el paralaje bibliotecario, es la diferencia en la posición aparente de un conocimiento, que va madurando en él alma, con distintos enfoques, criterios e intereses de los lectores, motivado a que la memoria individual no era suficiente para suministrar las experiencias, llena de callejones sin salida, de voces olvidadas y misterios por esclarecer.
Por esta razón, en los albores de la humanidad, el destino no existe, lo construimos nosotros mismos; esto es algo que ocurre en todas las facetas del conocimiento humano. En la medida que incrementamos la magnitud de las observaciones; crece exponencialmente nuestro conocimiento de lo observado y leído; pero por muy amplio que sea nuestro conocimiento siempre queda abierta la posibilidad de saber más.
Durante miles de años, las personas no podían leer los libros porque eran raros y costosos, de pronto, un nuevo invento hizo posible el poder reproducir grandes cantidades de libros y accesibles a la población; ahora el problema no fue como acceder a los libros, sino como prohibir que leyeran.
La esencia de alfabetizar, no consiste simplemente en enseñar a leer y escribir el alfabeto, es mucho más que eso, cuando el lector siente que le gusta leer, que puede crear, escribir, discernir, que es el condimento de la lucha interna de cada persona, que le permitirá creer y avanzar en los terrenos más hostiles.
Entonces, la lección que perdura y muestra el camino, es cuando la alfabetización informacional deja de ser paternalista y se transforma en alternativas pedagógicas, con objetivos, contenidos, métodos, comprensión de la realidad y su práctica.
Tenemos que estar claros, que vivimos en tiempos de la generación sin tiempo. La impaciencia es el motor que rige la mayoría de los actos y nada puede ser bueno o malo, para torear los embates de las urgencias sistemáticas. Ya nadie puede esperar hasta mañana, y mucho menos puede esperar una hora. Para algunos, diez minutos son una eternidad.
“Si el sujeto empieza a entenderse como una entidad autónoma pero a la vez recibe su identidad del otro en el mundo de las imágenes y mediante el lenguaje que no es suyo, el sujeto vive alienado de sí mismo. Es decir, el sujeto formado en la fase simbólica es completamente descentrado por el lenguaje” (Mansfield 2000).
Por lo tanto, estamos mirando todo a través del ojo de una cerradura. Toda tu vida has intentado ampliar esa cerradura: distinguir más, conocer más. Y algunos, que ahora al escuchar que si puede ampliar en modos que no se lo imaginan, rechazan esa posibilidad de crecer.
En el origen de la existencia, la mente y la materia se unen en donde los pensamientos transforman a la realidad, en todos esos años de ansiosa búsqueda en la oscuridad, con un intenso anhelo, agotamiento, alternativas, investigaciones, relecturas, observaciones, desfragmentaciones, que nos permiten salir del túnel y, eso sólo lo pueden comprender aquellos que lo han experimentado alguna vez en su vida.
Los grandes emprendedores desafían las adversidades, no se unen a ellas. Una persona puede traicionar las esperanzas de otros, pero nunca puede traicionarse a sí mismo. La vida, en definitiva, es un aprendizaje constante.
Fernando Antonio Salas Granado
Bibliografía.
Carrión Gútiez, Manuel (1990). Manual de bibliotecas.- Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez.
Hoffman, Banesh (1983). La relatividad y sus orígenes.- New York: Editorial Labor, S.A.
Mansfield, Nicholas (2000). Subjectivity Theories of the Self from Freud to Haraway.- St. Leonards, N.S.W.: Allen & Unwin.
Žižek, Slavoj (2006). Visión de paralaje.- Buenos aires: Fondo de cultura económica.