Templo de la desinformación

      No hay comentarios en Templo de la desinformación

 

«Filosóficamente calculado” es una expresión que puede causarnos desconcierto, incredulidad. Esas dos palabras juntas puedan parecer un pequeña muestra de las posibilidades del lenguaje o quizá un mero disparate. Por supuesto, la expresión que estamos familiarizados es “científicamente comprobado”. Lo sabemos: la ciencia tiene su método. Gracias a su metodología, su rigor y sus experimentos para validar sus descubrimientos y postulados, los conocimientos científicos se han vuelto un argumento para demostrar validez en algo que se quiere asegurar o demostrar. En el lenguaje popular solemos utilizar frases donde nos valemos de la ciencia : al referirnos a algo sencillo, que no le vemos la mayor dificultad decimos “no tiene ciencia”. Si deseamos dar seguridad a alguna opinión o punto de vista, nos expresamos diciendo: «a ciencia cierta”.

En estos tiempos en que ya se habla de infoxicación (saturarse de información) cualquier ser humano con algo de imaginación, inteligencia, destreza mental o talento para la mercadotécnica y campañas publicitarias, puede crear conceptos “nuevos”, que a su vez pueden ser difundidos de manera rápida y sin alguna clase de revisión. 


Y no solo de datos, e información nos vemos saturados. Hay una tendencia en el mercado del libro en el que se crean conceptos más con intenciones de venta que por la necesidad de divulgar alguna investigación o descubrimiento científico que ayude a la sociedad. Por eso, las tendencias en ocasiones pueden lograr un impacto en un público, aunque basado en ideas con poco peso intelectual o científico, causando a su vez concepciones erróneas en los consumidores.

“En años recientes asistimos a una especie de “neuro-boom” en el que se presentan resultados de investigaciones como verdades seudocientíficas, caracterizadas por su poco rigor metodológico». (García-Albea, 2011). 

Genera desconfianza la cantidad de “conceptos” se acuñan constantemente con el prefijo “neuro”. El rigor científico que las neurociencias ha mantenido en sus investigaciones no es tomado en cuenta por la mercadotécnica.

Aunque sabemos que un lenguaje o idioma muta constantemente, tiene transformaciones y deformaciones entre sus practicantes, no podemos inventar y utilizar términos que presumirían de ser científicos cuando están muy alejados de la ciencia más básica.

En el libro “El cerebro del futuro” Facundo Manes y Mateo Niro ofrecen una expedición a lo que viene para este órgano del cuerpo humano, sobre todo por la creciente incursión de los avances tecnológicos en cualquier aspecto de la vida humana. La postura neuro-cientifica es por demás clara en cuanto a la no utilización de datos duros ni métodos certificados por alguna autoridad académica, intelectual o científica para difundir una idea más por necesidad mercadológica que por un naciente descubrimiento teórico.

Estos autores argentinos sostienen que:

“Existen varias creencias erróneas basadas en interpretaciones incorrectas de investigaciones científicas que incluso tienen a veces una repercusión mediática o pública. Los llamados neuromitos o creencias sin bases científicas como lo son que -usamos solo el 10 % del cerebro- o que –el cerebro izquierdo es el sitio de la racionalidad y el derecho el de la creatividad-. Estás concepciones sin sustento científico pueden llevar a una implementación de prácticas desacertadas”(Manes, 2016)

 

Es 1980, dos años antes de su fallecimiento. El poeta mexicano Efraín Huerta seleccionó varios poemas para que formaran un libro llamado “Transa poética”. En este poemario, el poeta escribe un prólogo elegante, divertido e inteligente en el cual nos deja entrever, en escasas 4 páginas, la cantidad de conceptos, definiciones y significados que convivían orgánicamente en su mente poética.

Es en este prologo que el titula “Donde la locura” en el que Huerta menciona una idea que se adelantó por unos cuantos lustros a la tendencia que desde hace años tiene al mundo libresco muy “bombardeados”:

“Lo único que se puede que se puede apreciar es un asomo de sinceridad, hija directa y muy legitima de algo que podríamos llamar neuroerotismo, que es un peligroso extremo de la lucidez “(Huerta, 1980).

Nos puede parecer atractivo o poco legitimo la manera en como este artísta mexicano utilizó un prefijo alejado (en teoría) del quehacer artístico. Que un poeta se sirva de una idea “cerebral”, sobre todo por el año en que fue utilizado, puede ser visto como otro acercamiento genuino del mundo del arte con el de la ciencia, sin valerse del puente que ofrece la mercadotecnia: laxo, falto de rigor para ofrecer «ideas» frescas.

 

La invitación es a que ejerzamos nuetra capacidad de crítica ante el ir y venir vertiginoso de conceptos. Sin dar por sentado que lo que leamos, escucheamos o veamos sea cien por ciento fidedigno. En esta época donde la mercadotecnia tiene un poder y un peso importante en cuanto a la adquisición y consumo de productos, podríamos valernos de herramientas filosoficas y cientificas, para poder discernir entre lo que tiene sustento y lo que no. Como por ejemplo, como bien lo ilustra el meme del perro grande y el perro pequeño : la duda metodica de René Descartes.

 

 

Bibliografia

Manes, F.  y Niro, M. (2018) «el cerebro del futuro«. Paidós

Huerta, E. (1980) «transa poetica«. Ediciones Era

(S/f). Redalyc.org. Recuperado el 29 de agosto de 2024, de https://www.redalyc.org/journal/4235/423550874012/html/

 

 

Deja un comentario